Los aztecas llamaron al fruto de la uva como acacholli, los purépechas le conocían como seruráni, los otomíes lo llamaron obxi y los tarahumaras le decían úri.
Por Michelle López Árciga
México es el más antiguo productor americano, pero su industria de vinos de calidad es relativamente reciente. El vino se consumía como alimento, como medicina y como reparador de fuerzas.
En la época precolombina, los indígenas utilizaban las vides salvajes para hacer una bebida a la que agregaban otras frutas y miel; las cimarronas estaban cargadas de racimos, pero por su acidez no producían vino. Había especies heterogéneas de vides silvestres pero eran disimiles de la vitis vinífera europea, que es la especie más apropiada para elaborar vinos de calidad.
Para los conquistadores y colonizadores españoles el vino constituía parte fundamental de su dieta cotidiana, y por ello se incrementó rápidamente la comercialización de esta bebida en las tierras recién descubiertas. Se considera a Juan de Grijalva ser el primer navegante español que tomo vino con señores aztecas enviados por Moctezuma en el antiguo Tenochtitlán.
La historia del vino en México se desenvolvió durante la Colonia ya que las primeras vides europeas que se plantaron aquí fueron traídas por los conquistadores y misioneros españoles, a partir de la ciudad de México, capital del virreinato, hacia el norte: Querétaro, Guanajuato y San Luis Potosí, alcanzando un gran desarrollo en el Valle de Parras, y luego en Baja California y Sonora, así como los plantíos en Puebla (Tehuacan y Huejotzingo).
Hernán Cortes, gobernador de Nuevo España en el siglo XVI, ordenó el 20 de marzo de 1524 que cada colono plantara 1000 pies de vid por cada cien aborígenes. La vid fue cultivada de inmediato por los misioneros que precisaban vino para celebrar la misa. Ellos, transformaron los inhóspitos desiertos en zonas de cultivo y de viticultura: Jesuitas y Franciscanos consolidaron la variedad de uva plantada por los frailes, que recibió una denominación especial, la uva misión. Hoy en día, esta variedad también se llama “criolla” en toda Sudamérica.
Viñedos de México
Las vides se adaptaron a sus nuevos emplazamientos y fueron lo suficientemente productivas para elaborar al mismo tiempo vino y aguardiente. Después de unos tantos años, la corona española prohibió la producción del vino, por el temor de que en un futuro hubiera competencia con España, porque los viñedos se aclimataron rápidamente.
Los misioneros se negaron a acatar y continuaron difundiendo, si bien en pequeña escala, el cultivo de la vid y su transformación a vino en la Nueva España. Hacia 1900, gran parte de los viñedos mexicanos quedó destruida por la filoxera y los problemas políticos que perturbaron el país durante muchos años después de la revolución de 1910.
Los vinos mexicanos empezaron a producirse seriamente hasta 1920, pero no se logró que tuvieran buena calidad por factores como: debilidad en el dominio de la vinicultura, se utilizaba equipo defectuoso y no había una adecuada selección de variedades. El resultado eran vinos blancos amarillentos, tintos oxidados y situado en extremos de dulzor o acidez.
En 1948 fue creada la Asociación Nacional de Vitivinicultores, que afilió inicialmente a quince empresas. En el periodo comprendido entre los años 1950 y 1954 se incorporaron catorce compañías más.
La implantación de variedades de uvas seleccionadas, la instalación de cavas de vinificación integrando los progresos enológicos, los esfuerzos comerciales y educativos de las grandes marcas, el mejoramiento del nivel de vida de la clase media, han permitido colocar en el mercado productos de calidad, suscitando un vivo interés hacia una costumbre de consumo del vino.
La producción se triplico en la década de los setentas. Este crecimiento sin precedente se basa en la superficie de las vides cultivadas, la capacidad de las instalaciones de vinificación, de conservación y de embotellado, los esfuerzos de la comercialización y de la distribución, así como las inversiones humanas y financieras. En 1980 la Oficina Internacional del Vino (OVID) eligió México para celebrar su septuagésima Asamblea General del Vino, donde reconoció a nivel mundial la creciente calidad de los vinos mexicanos. Después de 1982, cuando quedaron cerradas las fronteras a los vinos extranjeros, se registró un breve lapso de bonanza para los vitivinicultores mexicanos.
Un camino en ondas que van y vienen, lleva los pasos del vino mexicano. En 1987 México ingresó al GATT (General Agreement on Tariffs and Trade) con lo que se abrieron las puertas a la importación, comenzando así las quiebras de la mayoría de las empresas vinícolas. Pero en el año 2000 se cultivaron 42 000 hectáreas de viñedos en el territorio nacional, se tuvo un incremento en la producción de vino por un total de un millón doscientas cajas, de las cuales 200 000 se exportaron a veintisiete naciones. Estados Unidos fue el principal destino, seguido por Reino Unido, luego Japón, Canadá y Alemania, entre otros países de Centroamérica y del Caribe.
Algunos de los vinos sobresalientes en el país son los de Santo Tomas, Casa Madero, Monte Xanic y LA Cetto, excelentes vinos que se han colocado en el gusto internacional. Los rústicos y el aguardiente, como Tequila o Mezcal, todavía dominan la producción pero los vinicultores siguen con entusiasmo para mantenerse al nivel de la competencia internacional con nuevos estilos de vino, capaces de competir con los de Europa, California y Australia, con vinos con aromas de fruta fresca y tintos ricos, con un color profundo, así como con sabores y perfumes intensos. Realmente a la altura de los mejores vinos del mundo.
Una lista de las mejores marcas de vino en México: