Introducción
Cuando asisto al jaripeo
monto en silla, monto al pelo,
para mí todo es igual:
me gusta jugar los gallos
y florear muy bien la “riata”
y echar uno que otro pial….
(Canción popular mexicana)
México es un mosaico de culturas, etnias, grupos y tradiciones que encuentran su camino para manifestarse por medio de rostros muy diversos.
La charrería, el antiguo arte mexicano principalmente del manejo del caballo, es indiscutiblemente un baluarte de la mexicanidad, en cuyo entorno se ha desarrollado un patrón de cultura individual e irrepetible que es posible contemplar a través de muy diversos cristales, ya como una forma de vida, como un patrimonio histórico, como una tradición con olor a siglos, como un símbolo viviente de nacionalismo, como el arte de la competitiva destreza – como la definió un reconocido crítico mexicano -, o sencillamente como el deporte nacional de un país rico en costumbres.http://www.youtube.com/embed/nRO7_cCpep0?rel=0
Nuestros primeros charros
En el siglo XVI, al llegar a tierras de lo que es hoy México, el conquistador español Hernán Cortés trajo consigo 16 caballos, suceso que fue minuciosamente descrito por el cronista de la Conquista, Bernal Díaz del Castillo.
Estos ejemplares fueron el primer antecedente de la simiente que los conquistadores habrían de utilizar en las faenas de las grandes haciendas agrícolas y ganaderas que proliferaron en los siguientes siglos en el territorio conquistado, principalmente en el Altiplano Central de México.
El Charro, el cowboy original de América
Aunque los españoles impusieron a los naturales de estas tierras prohibiciones -so pena de muerte- para montar a caballo, fue tal la necesidad de emplear su mano de obra en las crecientes actividades campiranas de las haciendas -las grandes unidades de producción agropecuaria que caracterizaron la vida económica de la Nueva España-, que entre 1535 y mediados del siglo XVI el gobierno virreinal se vio en la necesidad de conceder a los indígenas los primeros permisos para realizar esta actividad.
Pero estos permisos se les otorgaron a condición de que no utilizaran ni las monturas ni los demás arreos de origen español, así como que tampoco vistieran la indumentaria usada para estos fines por los conquistadores.
El hecho de que la población local tuviera que elaborar arreos distintos y buscar una vestimenta propia que satisficiese sus necesidades, fue trascendental en el nacimiento en tierras mexicanas de una forma de monta diferente a la practicada por los españoles, y significó el nacimiento de la charrería mexicana.
A Charrito
El hombre de a caballo de México, el charro, fue así escribiendo su historia, dejando a través de los siglos la huella de su presencia, una presencia que se ha manifestado siempre en un acendrado amor a la patria, a la libertad, a los animales y a la naturaleza.
El charro de hoy es el mismo que participó en las luchas libertarias del movimiento de Independencia de 1810; es el chinaco del siglo XIX que luchó contra la Intervención Francesa y en las Guerras de Reforma; es el hombre que jugó un papel protagónico, ya como hacendado o como combatiente, en el movimiento revolucionario de 1910.
Tal ha sido la importancia de los charros en la historia de nuestro país y en la constitución de nuestra nacionalidad, que por decreto presidencial se les nombró “fuerza y reserva del Ejército Mexicano”.
La Charrería: el deporte nacional
A principios del siglo XX, la Revolución Mexicana trajo consigo grandes cambios sociales.
El régimen de propiedad de la tierra cambió radicalmente, y muchos de los antiguos hacendados se vieron desplazados del campo y emigraron hacia las grandes ciudades. En este ámbito urbano, que los obligó a abandonar gran parte de sus prácticas y tradiciones rurales, la nostalgia por un pasado irrecuperable los llevó a reunirse periódicamente para revivir las antiguas faenas.
Estas reuniones derivaron en la formación, en el año de 1921, de la Asociación Nacional de Charros, la primera en su tipo en el país. Las agrupaciones de charros pronto se multiplicaron por todo el territorio nacional, dando origen a un deporte que hoy en día -también por decreto presidencial de 1933-, es considerado el deporte nacional de México.
Charro mostrando sus destrezas
Hoy, miles de charros practican de manera organizada este deporte, el cual está regido por la Federación Mexicana de Charrería. Ésta integra a más de 900 asociaciones de México y Estados Unidos, en cuyos estados de California, Texas, Arizona, Nuevo México e Illinois también se practica.
La Federación reglamenta las competencias, que tienen diferentes niveles, desde los encuentros amistosos entre asociaciones hasta los campeonatos de mayor jerarquía: los estatales, los regionales y el gran Campeonato Nacional Charro, que se realiza anualmente en diferente sede.
La charrería es un factor de unidad entre muchas familias mexicanas que, de una u otra forma, participan directa o indirectamente en esta actividad.
La práctica de este deporte se inicia por lo general desde muy temprana dad. A los niños les resulta atractivo el contacto con los animales, por lo que desde pequeños dan muestras de una especial atracción por este ambiente y así, asimilando el ejemplo paterno, se hacen charros porque el padre lo es, como lo fue también el abuelo y tal vez el bisabuelo.
Este deporte es un lugar de encuentro para una muy diversa gama de personas de procedencias sociales y económicas muy variadas: comerciantes, agricultores, profesionistas, estudiantes, diplomáticos; niños, jóvenes y adultos.
Las suertes de un charro
La charrería como deporte está constituida por diferentes prácticas o suertes, muchas de las cuales tuvieron su origen hace varios siglos.
Es generalmente el domingo el día en que los lienzos de México se llenan de música, color y fiesta para celebrar las famosas charreadas, donde cientos de mexicanos se reúnen para disfrutar y vivir la emoción de todo tipo de suertes: la cala de caballo, que sirve precisamente para calar o demostrar la buena rienda o educación del animal, así como su brío.
Con su caballo a todo galope, al llegar a medio ruedo el jinete lo detiene bruscamente, haciendo que se pare en sus cuartos traseros; entonces lo hace girar hacia un lado y hacia el otro y luego hacia atrás, para terminar saludando al estilo charro; los piales en el lienzo, una de las suertes más difíciles, consiste en lazar al animal por sus patas traseras deteniendo totalmente su velocidad; el coleadero, una suerte muy gustada y espectacular ya que hay que derribar un novillo en plena carrera, jalándolo de la cola con la mano; el jineteo de toros, en que el jinete debe mantenerse montado en el lomo del toro hasta que éste deje de repara- muchas suertes más, como la terna en el ruedo, el jinete aguas, las manganas a pie y a caballo, y el temerario paso de la muerte.
Escaramuza Charra
Todas estas suertes están enfocadas hacia el manejo y dominio de los animales, ya que la práctica de este deporte exige una perfecta relación entre jinete y caballo, por lo que el charro debe dar muestras de su experiencia, habilidad, condición física, entrenamiento, aptitudes deportivas y conocimiento de los animales.
Parte trascendental de esta tan mexicana fiesta es la exhibición de gracia y belleza femenina que nos brinda la llamada escaramuza charra: ataviadas con vistosos vestidos de Adelita y montando a la usanza propia de las mujeres, con ambas piernas sobre un mismo lado, un grupo de jóvenes sale al ruedo a ejecutar elegantes ejercicios ecuestres. Desde 1953, cuando se formó la primera escaramuza charra, la participación de la mujer en este depone ha ido en aumento, presentándose con cada vez mayor éxito y frecuencia en importantes campeonatos.
Un bagaje cultural centenario
Aun cuando actualmente la charrería es considerada un deporte, en muchas regiones de México sigue siendo una forma de vida que se trasmite de generación en generación. De ahí que se le asigne un papel tan importante entre las tradiciones de este país, siendo tal vez una de las más auténticas y bellas. El charro lleva sobre sus hombros la responsabilidad de ser el prototipo del nacionalismo, símbolo de la identidad de un pueblo que se manifiesta sin reservas, sin imitaciones.
Las películas de la era dorada a menudo incluían charros
Su perfil es el de un hombre templado, cuya práctica del deporte le reclama reciedumbre, un carácter valiente siempre dispuesto al reto, a la superación, a la contienda; pero que paralelamente puede ser infinitamente sensible al ritual de camaradería que se revive en cada encuentro con los amigos, sensible a todo cuanto rodea a tan peculiar deporte, como puede ser su arte.
Es indiscutible que el cine mexicano de la época de oro contribuyó de manera muy importante a la difusión de la figura del charro mexicano. Sin embargo, la imagen que de él proyectó no se apega mucho a la realidad ya que entre la comunidad charra existe una especie de código de honor que contempla valores muy especiales, como son el amor a la patria, la cohesión familiar y el sentido del honor, entre otros. Ya lo decía un poeta de la charrería: Vestirse de charro es vestirse de México.
El famoso vestido Adelita
Antiguas tradiciones
Con el paso de los siglos, la charrería ha ido acumulando un extraordinario bagaje cultural que la enriquece día a día. El charro no puede prescindir de una gran cantidad de elementos que lo identifican universalmente y que son el resultado del amor por una tradición resguardada como un tesoro dentro del núcleo familiar.
Su carácter festivo y romántico evoca la memoria de la poesía de Luis G. Inclán, Delfín Sánchez Juárez y tantos otros poetas; su pupila se recrea con los hermosos lienzos costumbristas del charro-pintor Don Ernesto Icaza, quien recogió en sus cuadros escenas charras del México de antaño; goza de esa música tan nuestra y con un sabor tan único; y, como fin de fiesta, desmonta de su bestia para ejecutar un sabroso jarabe tapatfo, ese que es considerado el baile nacional y con el que celebra los triunfos igual que hace casi dos siglos cuando lo bailaba para conmemorar el éxito de una batalla durante la guerra de Independencia de México.http://www.youtube.com/embed/zE6qVVffM1Q?rel=0
La vestimenta del charro
Aunque es un dicho popular que el charro de cuero viste, porque es lo que más resiste, este personaje de nuestra cultura ha creado todo un arte en su indumentaria y en un sinnúmero de objetos que utiliza para la práctica de la charrería, y que reflejan tanto el legado del tiempo como su especialísima forma de ser.
La vestimenta del charro es casi un arte independiente
En la época de la Colonia, por ejemplo, el charro empezó a adornar sus trajes de gamuza u otros materiales con botonaduras de plata, que hoy siguen haciendo con extraordinario gusto los orfebres mexicanos y que nos recuerdan cuánto hay de barroco en el espíritu del hombre de a caballo de México.
La vestimenta del charro está compuesta por trajes de diferente tipo, que se clasifican por categorías: de faena, de media gala, de gala y de etiqueta, dependiendo de la actividad o evento para el que se requieran (curiosamente, fue el Emperador Maximiliano quien implantó el uso del traje charro de etiqueta), pero todos consistentes en pantalón y chaqueta (de tela o gamuza, lisos o con adornos de gamuza o botonadura de plata) y camisa de algodón (siendo la llamada pachuqueña la más popular).
Camisa Pachuqueña
Complementan sus ajuares con sombreros de paja de arroz o de trigo, o de pelo de conejo, bordados, con un gran sentido artístico, con sedas o hilos de oro y plata, o adornados con chapetas de plata, cuero, hueso o gamuza. La mujer usa el vestido de Adelita, el traje de charra o el de china poblana, éste último, con más de trescientos años de historia y de leyenda, reservado para las grandes ocasiones.
Los artesanos de la charrería elaboran también hermosas monturas con diferentes técnicas, como las bordadas en pita – fibra color crudo obtenida del maguey- , así como espuelas y finos textiles, entre los que destacan los sarapes de Guadalupe, Zacatecas, o los rebozos tan únicos que, en seda o algodón, se tejen en poblaciones como Santa María del Río, en San Luis Potosí, o Tenancingo, en el estado de México.
Montura de charro
Toda esta riqueza que conforma el patrimonio artístico-artesanal de la charrería es tan extraordinaria que actualmente -y hasta el 29 de septiembre del 2002- se lleva a cabo una exposición en el Museo Autry of Western Heritage de la Ciudad de Los Angeles, que muestra porqué la charrería es una tradición con más de 400 años de historia.
Este deporte-arte ha trascendido al tiempo y a la geografía. Un sombrero charro identifica a México universalmente, y los charros han mostrado al mundo su tradición con orgullo en múltiples viajes de buena voluntad a varios países de América y Europa. Hoy siguen luchando por mantener viva esta tradición, como un rasgo de identidad de México, pero sobre todo por amor a sus raíces.
Asomarse al mundo de la charrería es ser testigo de la persistencia de una memoria que atesora el pasado y el presente de una tradición que se niega a morir. *
¡Que no se acabe esa raza
de los hombres de a caballo,
o que acabe yo primero
y no me toque llorarlo!
Por: Oralia G. de Cerón
Investigadora de la Federación Mexicana de Charrería, ha impartido conferencias en México, España y Estados Unidos sobre temas relacionados con esta tradición, como: Historia de la charrería, El jarabe taparo, El rebozo en México, La pintura charra y La mujer en la charrería, entre otras.
PARA SABER MÁS:
- Octavio Chávez. La charrería: tradición mexicana. Toluca, México: Instituto Mexiquense de Cultura, 1991. ISBN: 968-6258-21-3.
- Carlos Rincón Gallardo. El Libro del Charro Mexicano. México: Editorial Porrúa.
- Kathleen Mullen Sands. Charrería Mexicana: An equestrian folk tradition. EEUU: The University of Arizona Press.